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Por aquel entonces, Jordan ya contaba en su haber con un campeonato de la NBA y afrontaba los Juegos como líder indiscutible de un equipo en el que militaban Magic Johnson y Larry Bird, equipaciones de la nba quienes habían cedido sus galones gustosos ante el nuevo rey del baloncesto mundial. “Magic” Johnson portó en el Everett High School el número 32 con el que se proclamaría campeón del Estado de Michigan pero a su paso por Michigan State (NCAA) tuvo que cambiar al 33 porque el 32 lo tenía Greg Kelser, y cuando dio el salto a la NBA tuvo que volver a ese 32 porque el 33 era propiedad de Kareem Abdul-Jabbar. No fueron pocos los que aseguraron que si Larry Jordan hubiera medido 1.90 m, Michael Jordan hubiera estado siempre a su sombra, aunque personalmente creo que es una afirmación algo arriesgada… Motivado por uno de los deseos incumplidos del mismo, Michael firma con los Chicago White Sox, equipo de la “Major League Baseball” para intentar hacer carrera como jugador. Sin embargo, el retorno de Jordan a las pistas no fue para nada un camino de rosas, y aunque pronto los resultados del equipo comenzaron a mejorar con su presencia, la presión mediática hacía su trabajo en forma de tóxica comparativa con su anterior versión de jugador.

Bajo una atmósfera de presión y dudas, consiguió llevar a los Bulls hasta las semifinales de la conferencia Oeste, donde se enfrentaron a los Orlando Magic de Shaquille O´Neal y Anfernee Hardaway. Michael tenía una admiración por Larry, tan profunda, que según decían se conformaba con llegar a ser la mitad de bueno que él. Para su primera etapa como jugador, Michael se decantó por el famoso número 23, motivado por una bonita historia de admiración. Aquella ocasión constituía la primera gran demostración de fuerza de aquel joven portento que ya acumulaba una cantidad considerable de galardones individuales del más alto nivel. Tanto para aquel torneo, como para el preolímpico del año siguiente (1984), Jordan luciría en su camiseta el número 5, pues las selecciones se acogieron a la numeración reglamentaria en FIBA que limitaba la numeración del 4 al 15, que se correspondía con el número máximo de jugadores (12) que se pueden alinear por equipo a lo largo de un partido.

Más allá de que el campeonato fuera un paseo militar para el mejor equipo jamás formado, la creciente globalización convirtió a Jordan y al “Dream Team” en embajadores mundiales de la NBA, creando millones de nuevos aficionados a lo largo y ancho del planeta. El prometedor escolta procedente de Carolina del Norte seleccionado en la 3ª posición del Draft de aquel mismo año, no tuvo problemas para liderar en puntos a aquella selección de universitarios hasta conseguir la medalla de Oro en la final, precisamente frente a España. La segunda aparición tiene lugar en los JJOO de Barcelona, a los que Estados Unidos acudió con un equipo formado, por primera vez en la historia del torneo, por jugadores profesionales de la NBA, que tenían como misión principal vengar la “afrenta” sufrida por su selección en los juegos de Seúl 4 años atrás, cuando la entonces Unión Soviética (URSS) les privó de la lucha por la medalla de oro en semifinales. Tal era la repercusión mediática y deportiva de Michael Jordan en su etapa como jugador de los “Tar Heels” de Carolina del Norte, que fue seleccionado en 1983 como integrante de la selección de los Estados Unidos que disputó los IX juegos Panamericanos en Caracas (Venezuela).

Nadie de los Bulls confirmó aquella información, con lo que la desaparición de la camiseta sigue siendo un turbio asunto sin esclarecer que pasó a la historia como una desagradable anécdota para Jordan. La camiseta de EEUU con el número 9 se convertía de manera indiscutible en la más famosa de la historia de las competiciones FIBA. Próntamente, gracias a la incorporación de doce futbolistas campeones con Racing, que se «cruzaron de vereda» tras un conflicto interno de ese club (entre ellos Germán Vidaillac, fundador), Independiente cambió su cara radicalmente y logró nuevamente el acceso a Segunda División tras ser subcampeón en la única temporada en la historia del club en Tercera División, con un gran récord de 14 victorias en 14 partidos jugados (40 goles a favor y sólo 4 en contra), pero lastimosamente no lograron condecorar la temporada con el título ya que perdieron 0-3 la final del campeonato con Banfield en el Estadio GEBA de Palermo.